beyond best, the NEXT

Recursos Humanos 3.0
Beyond best, the NEXT

sábado, 6 de octubre de 2012

SUPERAR LA VULNERABILIDAD


COMO DIRIGIR PERSONAS 

EN MOMENTOS DE DEBILIDAD 


El gurú de las nuevas tecnologías Guy Kawasaki acaba de actualizar  su aclamado y difundido decálogo de supervivencia empresarial. Su  tercer “mandamiento” afirma: “No te rebelarás contra las mareas económicas; no puedes  evitarlas, sólo seguirlas”.
El bache está siendo  prolongado y los expertos en macroeconomía  aún no han encontrado la pócima mágica para las heridas de la deuda, la congelación del consumo, la reducción de la demanda.
En el ámbito empresarial, los expertos siempre encontraron un remedio de gestión para cada crisis: en 1993 nació la reingeniería de procesos  con el objetivo (cumplido) de  eliminar ineficiencias productivas y  racionalizar (adelgazando) los organigramas.
En 1996 surgió la gestión por competencias para alinear las políticas de recursos humanos con la estrategia.
El 2001 aportó el downsizing y la molecularización de las unidades de negocio.
La novedad  de la última crisis estriba en que no ha surgido ningún concepto nuevo en el management.
Unicamente se ha llegado al consenso sobre la necesidad de centrar las empresas en lo que saben realmente hacer, en una suerte de vuelta a los orígenes (back to the basics) que implica racionalizar a toda costa la cartera de negocios excesivamente diversificada por el largo periodo expansivo precedente.
En mi opinión esta fase de nuestra economía ha traído consigo una revelación impactante: todas las empresas (incluidas las multinacionales  consideradas como modelo de eficiencia) son vulnerables, débiles y pueden desaparecer en cualquier instante.
Ninguna compañía ha evitado la crisis (salvo las excepciones bien conocidas), todas han revisado sus modos de hacer y han descubierto atónitas su fragilidad.
Hoy las empresas se encuentran desorientadas. Las crisis tienen efectos terapéuticos: colocan a todos en su sitio. Llevan a las a empresas grandes a cuestionarse su tamaño, su esencia, su negocio, en esta ocasión a volver a sus orígenes. Llevan a las empresas pequeñas a reinventar su modo de actuar, a encontrar un nicho de mercado propio, a sacar provecho de la profunda confusión de sus rivales de mayor tamaño. Y, sobre todo, las crisis obligan a los directivos a redefinir su papel, sus funciones, sus compromisos.
UN NUEVO LIDERAZGO

Recientemente Warren Bennis señalaba que las empresas muestran en las crisis mayor entusiasmo por los perfiles directivos poco carismáticos y muy flexibles. 
El experto norteamericano indica que “parece que sólo estamos dispuestos a aceptar a aquellos líderes que no se creen mejores que los demás, anhelamos ejecutivos sencillos, que concedan autonomía y se comporten de forma agradable”.
Los tiempos actuales requieren  un nuevo perfil de líder. Ni el carismático, propio de los ciclos expansivos, ni el racionalista especialista en ajuste de costes, propio  de las recesiones. 
En resumen, un alquimista capacidad de equilibrar  la creatividad y la mesura.
¿Qué determina la capacidad de supervivencia de una empresa en los períodos de incertidumbre? ¿Cómo superar la vulnerabilidad, ese sentimiento de fragilidad que menoscaba la energía de los líderes?
Desde mi punto de vista la respuesta pasa por definir un nuevo perfil de directivo, consciente de la realidad emergente y humilde.  Debemos recordar que nada hay eterno y que la mayor fragilidad de las empresas reside en la ambición de los directivos. Veamos esas habilidades constitutivas del nuevo perfil:
1)  Visión modesta, realista.
El entorno es el que es y, siguiendo el principio confuciano, nadie puede cambiarlo en solitario. Se trata de eliminar lo emocional (“antes éramos…”) para abrazar la honestidad: “podemos hacer”.
2)  Estrategia definida y muy focalizada.
Sin coherencia no hay proceso y sin proceso no se llega a ningún lugar, sobre todo en el entorno actual. El directivo ha de pergeñar un plan que garantice la máxima calidad del trabajo en medio del recorte de costes. Es decir, la magia del más con menos. Y si esto se logra, la empresa focalizará su negocio hacia dónde debe hacerlo.
3)  Flexibilidad operativa.
La estructura organizativa, los procedimientos, los modos de hacer una empresa deben poseer la consistencia del junco. No se trata de adaptarse a todo, sino de adecuarse a las necesidades reales del cliente. Aunque un directivo disponga de un plan calibrado y medido, el futuro dependerá del potencial de adaptación de ese plan a las exigencias del entorno y, sobre todo, a la madurez del responsable para ser capaz de  abandonarlo, reconociendo su error y pudiendo reducir así las pérdidas potenciales.
4)  Emoción.
Las emociones son contagiosas y las ideas no, salvo que se sustenten en emociones. La vulnerabilidad exige pasión, emoción en la dirección, empuje. No caben medias tintas: los trabajadores necesitan poder creer en sus organizaciones, en sus jefes y éstos han de demostrar que confían en los suyos.
5)  Compromiso.
A todos los niveles: los lideres han de comprometerse en crear un futuro compartido para todos, con espíritu de ganar – ganar.

El desarrollo de estas habilidades ha de permitir a los directivos gestionar correctamente sus empresas en la vulnerabilidad. Ponerlas en juego no garantiza la supervivencia pero, al menos, sienta las bases para ella.
Como decía Baltasar Gracián: el éxito se compra con trabajo. Si se trabaja poco, el premio será escaso, ya que poco vale lo que poco cuesta”.
Y, el esfuerzo de todos a la vez es aún más imprescindible cuando se es vulnerable. 
Es decir, hoy.

lunes, 23 de julio de 2012

LA CRISIS EXIGE UN NUEVO ESTILO DE LIDERAZGO


 O COMO LA OBSESION POR EL RECORTE DE COSTES

OBSTACULIZA LA RECUPERACION A NIVEL MICRO.


A pesar de mi formación, no me considero, ni mucho menos, un economista experto.
Comparto aquí algunas reflexiones sobre cómo el management, la ciencia de la dirección, puede ayudarnos a salir del atolladero.

UNA PROPUESTA PARA AFRONTAR UNA SITUACION ESCALOFRIANTE

La brutal crisis que padecemos ha servido (únicamente) para recordarnos que, desgraciadamente, los ciclos económicos existen.

La Economía, definida sabiamente como la ciencia del espejo retrovisor (ningún economista es capaz de anticipar, de predecir  nada de lo que va a ocurrir  pero todos son capaces de explicar docta y contundentemente lo que ha sucedido), debe afrontar en estos momentos un reto ineludible: estimular a las empresas (enfoque micro), ya que las políticas (enfoque macro) están demostrando una   total incapacidad para sacar a la sociedad del profundo y abisal agujero en el que se encuentra.
Mi propuesta consiste en la definición y puesta en marcha de un conjunto de iniciativas y herramientas diseñadas a medida del tejido empresarial  para que las organizaciones  sean capaces de adecuar  sus estrategias y estructuras al momento económico de turno, expansivo o recesivo.
Y, hoy por hoy, sembrar alguna semilla de optimismo ya que únicamente desde el pensamiento positivo se puede generar esperanza en la recuperación, en la vuelta a la prosperidad.

UN NUEVO ENTORNO…


Desde los inicios de la crisis, las empresas de la totalidad de los sectores se han sumergido en lo que en  macroeconomía se conoce con el nombre de la paradoja del recorte de costes: toda reducción desaforada de los gastos empresariales, lejos de atemperar las crisis económicas, las empeora.
Hoy, ahorrar, mejorar la eficiencia organizativa (esto es, hacer lo mismo con menos) constituye un mandato ineludible para los directivos, obligados por las circunstancias a descubrir cualquier fuente de gasto y proceder a su eliminación, en la mayoría de los casos, irreflexivamente.
En la práctica,  esto supone morir matando.
Un momento épico si se quiere, dramático en realidad.
Recorrer la senda del ahorro a toda costa no constituye (como se ha demostrado a nivel macro) la solución.
Y, mucho menos, a nivel micro.

Si todas las empresas recortan sus costes para mejorar su cuenta de resultados, todo el mundo (hasta los economistas que por una vez acertamos)  puede vaticinar que  la situación económica global empeorará.
Recortar costes implica suprimir empleos o, en el mejor de los casos, reducir salarios, complementos, desplazamientos e… inversiones.
Si el desempleo aumenta o los ingresos de las familias disminuyen, las ventas de las empresas se encogen, puesto que el consumo privado disminuye.
Un ejemplo de la paradoja: la crisis obliga a  las empresas del sector servicios  a revisar sus procesos de atención al cliente para suprimir gastos superfluos; supresión que hace que el servicio se deteriore, facilitando la inevitable deserción de los clientes.
Es decir, la reducción de costes en procesos vinculados a los ingresos (a los clientes) no sólo no contribuye a mejorar la situación, sino que genera a medio plazo desempleo.
Se trata de un círculo vicioso: menos ventas implican menores beneficios, menores beneficios requiere recortar más costes.
Más recorte de costes implica menos ingresos para las familias. Y, en consecuencia, un nuevo descenso en el consumo que minora más todavía las ventas.
Así indefinidamente, hasta llegar a la plena anorexia de la economía.

…QUE EXIGE  UN NUEVO LIDERAZGO

Las empresas necesitan de especialistas en disminuir gastos para garantizar la supervivencia en el momento presente.
Pero sin caer en el exceso.
Hay que minorar costes pero sin condenar al olvido filosofías del management que han contribuido real y contundentemente al éxito empresarial en la ultima década: la gestión del conocimiento, el cuadro de mando, el marketing relacional.
La solución se encuentra en redefinir el modo de actuar   de los directivos.

Por lógica, habrán de ser menos arriesgados  y exuberantes que los ejecutivos de moda en el período expansivo anterior.
Moderados, calculadores, fríos, duros, infatigables, expertos en descubrir ineficiencias.
Pero el entorno les exige que sean, sobre todo,  equilibrados: no basta con ahorrar para sobrevivir en el entorno actual. 
Las empresas deben aprender del pasado y recordar que tan perniciosa resulta la alegría desorbitada en el gasto como la obsesión compulsiva por el ahorro. Un ejemplo: la crisis del 93 alumbró la llamada  reingeniería de procesos en cuyo nombre se desarticularon saneadas empresas para convertirlas en destartaladas  miniorganizaciones. Siempre en nombre del  ahorro extremo.
En resumen,  la economía necesita un nuevo directivo que, con menos recursos a su alcance,  generen  más valor.


Para ello han de disponer de especialistas en el management del ahorro y la contención del gasto capaces de:

ª Convertir a los empleados en  consultores internos.
Afrontar la crisis requiere mucho más que el talento de un único directivo genial. Superar la desaceleración económica sólo puede hacerse desde el trabajo en equipo.
La solución no radica en una idea brillante sino en el esfuerzo colectivo e integrado de profesionales expertos en su sector y funciones.
ª Almacenar, modelar y distribuir el conocimiento existente.
Sobrevivir implica saber vivir. Ser capaces de buscarse la vida.
Para ello hay que  recoger todo lo que nuestra empresa y su gente sabe y sabe hacer. Y, además,  extender esos saberes a todos los estamentos y niveles.
Esto requiere  escuchar y comprender a los demás.
Esforzarse por aprehender los aciertos  de los empleados, modelarlos y ponerlos al servicio de todos. Nadie se niega a aportar lo mejor de sí mismo, sobre todo, si es para sobrevivir.
ª Poner por encima de  todo  la creatividad, la propia y la de los equipos.
Crear supone aportar.
Ante la escasez, talento.
En la recesión, sueños de grandeza.
Que pensar no cuesta dinero y, si son muchos los que piensan, más rápido aparecerá la luz al final del túnel.
De esta forma surgen las posibilidades de mejorar y, por qué no, de recortar gastos.
ª Generar confianza y sembrar  compromiso.
Los directivos tienen que  crear un futuro común ilusionante, motivador , en el que todos tengan su sitio.
Para ello, se debe comunicar la verdad de lo que sucede en la empresa, definir objetivos compartidos, impulsar el esfuerzo colectivo y comprometerse a compartir lo conseguido.

CONCLUSION
Orense

Con estas actuaciones en mi opinión puede superarse la crisis sin caer en la abrumadora paradoja del recorte de costes.
Porque todos los excesos, también en el ahorro, no son convenientes. Fijemos un rumbo y no nos desviemos.
Pero no sacrifiquemos todo en el intento.
Ya lo apuntó Séneca:  “no existe viento favorable para quién no sabe a dónde se dirige”.

¿Estáis de acuerdo?

miércoles, 11 de julio de 2012

SPIDERMAN y el sentido del deber


 CARISMA Y  SENTIDO COMUN: 

       el poder y la responsabilidad directiva


En la galaxia  de los últimos éxitos cinematográficos un superhéroe ya entrado en años , Spiderman, ha vuelto a  batir en su debut en la pantalla grande todos los records establecidos por otras superproducciones triunfadoras: recaudación en el primer fin de semana, número de salas en las que se estrenó, ventas de todo género de merchandising  e inicio inmediato del rodaje de las  secuelas, manteniendo el mismo elenco de protagonistas.
¿Qué tiene el arácnido personaje para seguir  acaparando las preferencias de los espectadores? 
En mi opinión, la paradoja de reunir bajo la apariencia de  una persona completamente normal extraordinarios poderes. 
Una normalidad basada en su carácter anónimo, cotidiano, su  apariencia de vecino solícito y educado, sus miedos, su vergüenza, la pasión  por su familia y su amor por una compañera de colegio. 
En resumen, alguien como cualquiera de nosotros.
A pesar de su normalidad, Peter Parker (el  Spiderman humano), es un héroe, el salvador  de Nueva York de las amenazas de  numerosos supervillanos, la solución a múltiples e innominadas catástrofes.
Como tantos otros niños nacidos en los 60, disfruté  intensamente los cómics con las aventuras de Spiderman, tanto en sus épicas batallas como en sus atormentados noviazgos. 
Ahora, 30 años después, nuestros hijos vuelven a maravillarse con las habilidades del héroe, tanto en la pantalla como en el cómic. 
Y todo ello por su normalidad extraordinaria, porque este personaje vulnerable e invencible encubre tras sus asombrosos logros a una persona que sabe gestionar sus poderes con humildad y sabiduría.

EL NUEVO LIDERAZGO

Las empresas, obligadas por la crisis, han afrontado una profunda renovación en sus modos de hacer y, lo que es más importante, en sus modos de ser.
El desplome bursátil, el cambio en los valores de los ciudadanos han originado una vuelta a lo esencial, identificada  en el mundo de los negocios con el “origen” (back to the basics), cuya principal consecuencia ha sido una modificación profunda en la noción de liderazgo.
Las personas, la sociedad en general definen  actualmente   al líder al que quieren seguir  no como un  héroe, sino como una persona  normal con mucho sentido común,  que sabe gestionar su poder status con humildad.
Se trata de abandonar el  axioma preferido de las empresas surgido en la apoteosis de la web: los directivos exitosos  rebosan  carisma, visión, agresividad  y juventud.
Tal exuberancia ha desaparecido con el mismo fulgor  y rapidez con los que se había iniciado. 
Las empresas han retornado  al concepto más humanista del liderazgo: conseguir objetivos corporativos implica  que los otros (los colaboradores) cubran sus objetivos individuales. 
En resumen, el sencillo modelo “ ganar – ganar” llevado a sus más éticas consecuencias: únicamente puede dirigir personas quien   se ha ganado la confianza de los suyos, que en un círculo virtuoso  llegan a comprometerse con él.
Esta  revisión  del liderazgo exige   la adopción de grandes dosis de humildad para los directivos: estar al cargo de una empresa, dirigir un equipo de profesionales requiere abandonar el protagonismo de los pretendidos triunfadores del mundo on  line, no  querer  ser el centro de atención de todos, en todo momento y circunstancia.
Conseguir los objetivos empresariales a la vez que los empleados alcanzan los propios exige a los directivos desarrollar habilidades internamente muy exigentes, entre las que cabe citar la conciencia de los demás, la empatía, la amabilidad, y, por encima de todo, la humanidad. Se trata de un nuevo sentido de la solidaridad en el que el sentimiento de pertenencia constituye el requisito imprescindible para la supervivencia de las organizaciones.
CAMBIAR LOS PRINCIPIOS DEL   LIDERAZGO
La vuelta a la normalidad trae consigo la aceptación de una serie de principios de actuación muy elementales y humanos. 
Principios sencillos, de amplia eficacia. 
Como el  mostrar sincero interés por las preocupaciones personales de los empleados, fortaleciendo el sentimiento de pertenencia, la identificación con la empresa y, a largo plazo, la productividad.
Otro principio simple y convincente por sus consecuencias inmediatas consiste en escuchar a los colaboradores en los momentos de crisis, de nerviosismo, de oscuridad, lo que contribuye a  reducir su estrés, su desconfianza y, por tanto, incrementa su compromiso, un compromiso mutuo, diseñado sobre las bases de la confianza, que ha de facilitar que los directivos, los líderes aseguren la continuidad de las operaciones.
Si nuestra sociedad demanda superhéroes anónimos como Spiderman , las empresas  necesitan en mi opinión directivos capaces de  adoptar las siguientes actitudes:
1) Mostrar  interés por todo  lo que quieren lograr todos los miembros de tu equipo.
Y esto implica alinear plenamente los intereses empresariales con los personales, desde una óptica integral y retroalimentada. Hay que tener en consideración todas las metas y aspiraciones de los nuestros, para trazar un programa de crecimiento conjunto.
 2) Desarrollar  verdadero interés por  cuanto  sucede al equipo en el ámbito personal.
Esta recomendación fue formulada en los años 30 por Elton Mayo, precursor del management. La novedad estriba en la sinceridad: de nada vale un interés hipócrita, no real ni sentido. Una actuación interesada desmotiva, aliena y no alinea. El líder con  éxito se preocupa por las vicisitudes, buenas y malas, de los suyos. Y lo hace con el corazón, no con el cerebro.
3) Estar  con los empleados  en los malos momentos.
Resulta sencillo saborear los éxitos con los equipos, compartir los triunfos. Pero cuando hay que estar juntos es en los fracasos, proporcionado aliento, ejerciendo coaching y aprendiendo de los errores.
4) Dialogar continuamente  y verificar el estado de ánimo de los colaboradores.
Ante los problemas, palabras y no silencios. En las tormentas, diálogo y no órdenes. Unicamente de la interacción puede generarse futuro compartido.
5) Ofrecer ayuda a los empleados cuando lo necesitan. 
Y de nuevo con sinceridad.

Estos cinco principios representan un camino sencillo a seguir para aquellos directivos que pretendan cubrir las esperanzas de sus equipos, generar un proyecto compartido por todos. 
Si además, visten el traje del héroe  arácnido y afrontan con valentía a enemigos como la ralentización de la demanda, la caída de márgenes, la pérdida de poder adquisitivo de los clientes... se encontrarán en condiciones de sortear la crisis.
Y, después , una taza de chocolate de la tía May y un paseo por Central Park con Mary Jane Watson serán nuestra recompensa. 
Una  recompensa normal  para gente  normal
Para gente como Spiderman, como los directivos que conscientes de la responsabilidad que genera su poder centran sus esfuerzos en los demás.
¿Os gusta la idea o tenéis miedo a las alturas?

miércoles, 27 de junio de 2012

EL DIRECTIVO VULNERABLE


ANTE LA CERTEZA DE LA FRAGILIDAD EMPRESARIAL, SE PRECISAN EJECUTIVOS FOCALIZADOS Y REALISTAS

El gurú de las nuevas tecnologías Guy Kawasaki acaba de actualizar  su aclamado y difundido decálogo de supervivencia empresarial. 
Su  tercer “mandamiento” afirma: “No te rebelarás contra las mareas económicas; no puedes  evitarlas, sólo seguirlas”.
El bache está siendo  prolongado y los expertos en macroeconomía  aún no han encontrado la pócima mágica para las heridas de la deuda, la congelación del consumo, la reducción de la demanda.
Hasta estos momentos, los gurús del  management  encontraron para cada crisis un medicamento infalible: en 1993 nació la reingeniería de procesos  con el objetivo (cumplido) de  eliminar ineficiencias productivas y  racionalizar (adelgazando) los organigramas.
En 1996 surgió la gestión por competencias, para alinear las políticas de recursos humanos con la estrategia.
El 2001 aportó el downsizing y la molecularización de las unidades de negocio.
La pavorosa novedad  de la última crisis estriba en que no ha surgido ningún concepto nuevo en el management.
Unicamente se ha llegado al consenso sobre la necesidad de centrar las empresas en lo que saben realmente hacer, en una suerte de vuelta a los orígenes (back to the basics) que implica racionalizar a toda costa la cartera de negocios excesivamente diversificada por el largo periodo expansivo precedente.
Y visiones relacionadas con un nuevo futuro corporativo a través d ela cooperación social.
Razones para la falta de aportaciones del Management
Todas las empresas (incluidas las  consideradas como modelos de eficiencia) son vulnerables, débiles y pueden desaparecer en cualquier instante.
Pocas empresas han sorteado  la crisis (salvo las excepciones bien conocidas), todas han revisado sus modos de hacer y han descubierto atónitas su fragilidad.
Hoy las empresas se encuentran desorientadas. 
Las crisis tienen efectos terapéuticos: colocan a todos en su sitio. 
Llevan a las a empresas grandes a cuestionarse su tamaño, su esencia, su negocio, en esta ocasión a volver a sus orígenes. 
Llevan a las empresas pequeñas a reinventar su modo de actuar, a encontrar un nicho de mercado propio, a sacar provecho de la profunda confusión de sus rivales de mayor tamaño. 
Y, sobre todo, las crisis obligan a los directivos a redefinir su papel, sus funciones, sus compromisos.
HACIA UN UN NUEVO LIDERAZGO
Warren Bennis señalaba que las empresas muestran en las crisis mayor entusiasmo por los perfiles directivos poco carismáticos y muy flexibles. 
El experto norteamericano indica que “parece que sólo estamos dispuestos a aceptar a aquellos líderes que no se creen mejores que los demás, anhelamos ejecutivos sencillos, que concedan autonomía y se comporten de forma agradable”.
Los tiempos actuales requieren  un nuevo perfil de líder. 
Ni el carismático, propio de los ciclos expansivos, ni el racionalista especialista en ajuste de costes, propio  de las recesiones. 
En resumen, un alquimista capacidad de equilibrar  la creatividad y la mesura. ¿Qué determina la capacidad de supervivencia de una empresa en los períodos de incertidumbre? ¿Cómo superar la vulnerabilidad, ese sentimiento de fragilidad que menoscaba la energía de los líderes?
Desde mi punto de vista la respuesta pasa por definir un nuevo perfil de directivo, consciente de la realidad emergente y humilde.  
Debemos recordar que nada hay eterno y que la mayor fragilidad de las empresas reside en la ambición de los directivos. 
La fragilidad de lo invulnerable

Veamos los componentes de ese perfil:
1)  Visión modesta, realista.
El entorno es el que es y, siguiendo el principio confuciano, nadie puede cambiarlo en solitario. 
Se trata de eliminar lo emocional (“antes éramos…”) para abrazar la honestidad: “podemos hacer”.
2)  Estrategia centrada  y muy focalizada.
Sin coherencia no hay proceso y sin proceso no se llega a ningún lugar, sobre todo en el entorno actual. 
El directivo ha de pergeñar un plan que garantice la máxima calidad del trabajo en medio del recorte de costes. 
Es decir, la magia del más con menos. Y si esto se logra, la empresa focalizará su negocio hacia dónde debe hacerlo.
3)  Flexibilidad operativa.
La estructura organizativa, los procedimientos, los modos de hacer una empresa deben poseer la consistencia del junco. 
No se trata de adaptarse a todo, sino de adecuarse a las necesidades reales del cliente. 
Aunque un directivo disponga de un plan calibrado y medido, el futuro dependerá del potencial de adaptación de ese plan a las exigencias del entorno y, sobre todo, a la madurez del responsable para ser capaz de  abandonarlo, reconociendo su error y pudiendo reducir así las pérdidas potenciales.
4)  Emoción.
Se ha asumido que las emociones son contagiosas y las ideas no, salvo que se sustenten en emociones. 
La vulnerabilidad exige pasión, emoción en la dirección, empuje. 
No caben medias tintas: los trabajadores necesitan poder creer en sus organizaciones, en sus jefes y éstos han de demostrar que confían en los suyos.
5)  Compromiso.
A todos los niveles: los lideres han de comprometerse en crear un futuro compartido para todos, con espíritu de ganar – ganar.

El desarrollo y puesta en práctica de estas habilidades ha de permitir a los directivos gestionar correctamente sus empresas en la vulnerabilidad. 
Ponerlas en juego no garantiza la supervivencia pero, al menos, sienta las bases para ella.
Como decía Baltasar Gracián, “el éxito se compra con trabajo. Si se trabaja poco, el premio será escaso, ya que poco vale lo que poco cuesta”.
Y, el esfuerzo de todos a la vez es aún más imprescindible cuando se es más vulnerable. 
Es decir, hoy.